Me siento en la terraza y pido el habitual aromático de la tarde, previo saludo diplomático de por medio que siempre me caracteriza. El mesero, casi un amigo, héroe desahuciado de bienaventuranzas, pero alfaraz de todas mis simpatías, me da las malas nuevas con su infantil y boba expresión; por hoy no habrá expreso, la maquina se averió y probablemente le lleve al técnico un par de días el repararla. Cómo puede cambiar la impresión del mundo y las personas en asociación a una sola frase. Me doy cuenta en un instante que a bien corregir, le aborrezco. ¿Quién piensa que es? Lo imagino sintiendo que con esa falsa sonrisa petulante hace las veces de anfitrión empedernido en complacencia de sus excelsos invitados en noche de gran gala con una mesa repleta de los más selectos manjares llegados desde cada rincón del planeta. Botellas y botellas de grandes vinos del viejo mundo que tras descorche son derrochadas en cristal alemán. La música más atenta encontrando en donaire ambiental su delicada belleza. Y el entorno del más amplio refinamiento y la mayor encomiable erudición y buen gusto, entre columnas, cuadros y retoques que enloquecerían al más insaciable de los coleccionistas del siglo corriente. Cualquiera diría que con ser atento tiene ganado el cielo en cristiandad y el islámico jannah juntos en unión fanática y voraz. ¿Cree a caso que con sólo informar afablemente que la dosis exacta de cafeína necesaria para que el sistema y organismo funcionen como tal no llegará hasta tu torrente por el resto del día, posee un conocimiento infinito y superior o que acaso se hace merecedor de una fanfarria en recompensa? Quizás una dádiva como la que entrega uno orgulloso al humilde viejecito; que en alzheimerico denuesto a la vista se sienta en la escalinata a la salida de cualquier estación del metro, a sabiendas de que seguramente le servirán para completar la borrachera del mismo día o curarse la cruda del anterior pero que sin atañerte te hacen sentir como un misericordioso y clemente hombre de bien. ¿Y en esa facha? Estampa ilustre harapienta de la proliferación; en el mundo naciente, de un sinsentido en vagabundez carente de garbo y prosapia. Seguramente su camello le negó hoy por la mañana la oblea que a diario le hace mutar. Y me pregunto ¿Tengo alguna culpa en ello? ¿Fui yo quien le obligo a transitar esta ruta miserable? ¿Es mi culpa que su ascendencia y descendencia estén malditas? Mientras transcurren los interminables segundos en que todo su universo cruza por mi cabeza, miles de preguntas surgen en perímetro a su condición bestial, la angustia se apodera de mis manos, terminales nerviosas desafían al ansia en las puntas de mis dedos y la necesidad de cafeína se vuelve imperante convirtiéndome en un estresante racimo de irritación, furia y desconsuelo, regreso sin aliento a la razón y revelo de nuevo la siempre atildada voz del mesero en turno que no obstante me había parecido hasta entonces mas bien aguardentosa; el de luces familiares protagonista atingente de algunas parábolas en ficción dentro de la mente enferma de cualquier cafeinómano más por naturaleza que por convicción, que tiene a bien ofrecerme, en eso que ellos llaman cortesía de la casa, una taza de la humeante infusión de variedad arábiga de altura que el establecimiento contiguo; a escasos dos metros de distancia, prepara con prolija exactitud y sumo cuidado. El ritmo cardiaco descelera, las pulsaciones de la sien decrecen y la respiración adquiere una cadencia definitiva. Asiento a la pregunta con la mejor sonrisa de complacencia que puedo otorgar y entonces; sin otra explicación atribuible a la lógica le achaco la guasa a la insuficiencia cafeínica medida en miligramos de ansiedad por nervios al cubo sobre dos, fui testigo en corte ante magistrados de irreprochable reputación de cómo un halo de luz resplandeciente bajó instantáneo del cielo; ese mismo que estoy seguro aún cree se tiene bien ganado, hasta su cabeza cubriéndolo de gloria divina y astral. Como si en verdad la santidad existiera no solo en las tiras cómicas sino que pudiera ser presenciada en realidades insignes de sueños alcaloides de metilxantina estimulante. Cuando el preciado bálsamo de abundante y delicada espuma anego; en celebración sensorial de globos, confetis y magos con chisteras cagadas de palomas y conejos, cada rincón de mi boca y sus volátiles inciensos se adhirieron en cada milímetro de mi ducto nasal, el esbozo de gratitud en mezcla de tostado perfecto con el gesto en dicha de acidez inigualable me transformaron en un momento, de un yonqui a punto de arañar su síndrome de abstinencia a un manso cordero echado en plácido amamanto matinal. El ansia retrocedió milímetro a milímetro en mi cuerpo mientras la cordialidad se reencontró con uno de sus máximos iza banderas en mi persona. Y mi pastor ovejero; el gentilhombre hidalgo que esta tarde dio un paso importante para engrosar el santoral de mis devociones, no solo recibió una cuantiosa retribución, vulgar en su condición metálica y banal, pero merecida como el atento anfitrión que es y que siempre ha sido, sino que además encontró ese camino de largo y graciosísimo señor de todas mis simpatías como lo opino ahora, intermediario repartidor de bonanzas como siempre lo he percibido, dueño absoluto de un generoso sentido de la prioridad, audaz y decoroso como ahora lo advierto, como lo interpreto, como siempre lo he sabido...
jueves, 15 de enero de 2009
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